Convivencia y respeto a la diversidad
“Los seres humanos somos esencialmente sociales desde que nacemos nos es imposible sobrevivir sin un entorno social” (Aron, y Milicic, 2004, p.15).
La sociedad forma parte de nuestra vida, nos ayuda a ir formando nuestra identidad, nos da las primeras experiencias y exploraciones del mundo que nos rodea .Pero es la familia quien nos guía para a ir aprendiendo a través de diversas situaciones, conflictos, crisis y en segundo lugar posteriormente lo es también la escuela siendo esta un elemento clave .Los dos son los elementos centrales en el desarrollo de las personas.
El sistema escolar es para el niño la segunda agencia de socialización ya que junto con la familia van formando en diversos aspectos a los estudiantes: moral, religión, actitudes, entre otro, de esto se preocupa el la convivencia intencionada, esta procura formar personas que aprenden una determinada manera de convivir donde se valore a cada uno de los integrantes independiente de sus características personales o sociales. Lo que se busca hoy en día la Convivencia intencionada es que los alumnos dejen de lado las clases o relaciones basadas en instrucciones y avancen hacia una educación más inclusiva donde se valore a cada uno de sus integrantes.
“Un contexto escolar participativo donde los sujetos tienen diversas oportunidades de ejercicio progresivo de sus derechos y consecuentes responsabilidades, posibilita aprehender, en convivencia con otros, el respeto al otro y la corresponsabilidad en la construcción del clima cooperativo necesario para aprender a ser, aprender a vivir juntos, aprender a hacer y aprender a aprender”. (Ministerio de Educación 2005, p. 189).
Frente a la necesidad de intencionar la convivencia con un sello democrático, la escuela es un lugar predilecto para estos aprendizajes, ya que ésta constituye el primer lugar de encuentro que tienen los niños con una representación de lo que es la sociedad, siendo este el primer lugar en que interactúan con personas que no son parte de sus familias.
Allí, a través de múltiples interacciones diarias tales como las actividades habituales, encuentros, diálogos, discusiones pueden aprender las habilidades básicas de la convivencia democrática, desde respetar turnos, hasta resolver constructivamente los conflictos propios del convivir con otros diferentes, negociar en un marco de diversidad y crear en conjunto con otros proyectos y acuerdos que integran a las partes.
Este último hecho encierra una riqueza invaluable: la escuela permite aprender las habilidades, actitudes y valores de la convivencia democrática, practicándolos y no a través de discursos. Si la convivencia se enseña conviviendo, siendo la escuela es un lugar de privilegio para efectuarlo.
Bibliografía
Aron, A. & Milicic, N. (1999). Clima Social Escolar y Desarrollo Personal. Un Programa de Mejoramiento. Santiago: Editorial Andrés.
Chile. Ministerio de Educación. (2005). Metodologías de Trabajo para el mejoramiento de la calidad de la Convivencia Escolar. Santiago.